La ozonoterapia es una técnica basada en la aplicación de una mezcla de oxígeno y ozono, en diferentes concentraciones, que puede tratar muchísimas enfermedades. Sus beneficios terapéuticos son conocidos y utilizados desde mediados del siglo XIX en todo el mundo.
El ozono (O3), una vez introducido, se disuelve inmediatamente en el agua corporal y reacciona con numerosas moléculas del organismo, generando un “estrés oxidativo agudo” que es el responsable de sus efectos biológicos.
Dentro de sus beneficios, destacan una mejora en la oxigenación de los tejidos gracias a una mayor capacidad de transporte de O2 por parte de los glóbulos rojos y a un aumento del flujo sanguíneo local, efecto antiagregante plaquetario, efecto “antiaging” celular por una mejora de los sistemas antioxidantes corporales, efectos bactericidas y desinfectantes y modulación de la respuesta inmunitaria frente a infecciones y enfermedades autoinmunitarias.
Se utiliza en numerosas enfermedades, tales como la fibromialgia, artritis, artrosis, diabetes, heridas con mala cicatrización, angina de pecho, infecciones crónicas…
En el caso del tratamiento del dolor, el ozono funciona como un potente antiinflamatorio y analgésico.
Es muy eficaz para el tratamiento de las hernias discales y síndromes dolorosos regionales que afectan a la columna vertebral (cervicalgias, lumbalgias, ciatalgias).
Es una técnica ambulatoria y que se realiza sin anestesia o con anestesia local. Precisa de varias sesiones cuyo número depende siempre de la patología a tratar. Atendiendo a las guías clínicas, en cada paciente se establece un tratamiento individualizado.
Se puede aplicar a personas jóvenes y mayores, sin límite de edad.
El ozono, al no ser un fármaco, carece de efectos secundarios y no interacciona con otros fármacos. Las contraindicaciones de esta terapia son muy escasas y las complicaciones son prácticamente nulas si se realiza la técnica por personal cualificado.